15.10.07

Derecho a que se respeten nuestros derechos


Por justicia luchamos, Su lucha fue por justicia.

Estamos a la vera de pisar el 2008, año del 60º aniversario de un contrato universal que apunta al progreso de la humanidad: la declaración de los derechos humanos. Hablar de derechos humanos en Argentina –tanto como hacerlo en Alemania, Chile, Italia o cualquier otro país donde hayan pasado gobiernos totalitarios– reduce en el imaginario colectivo lo que representa este concepto.
Hoy hablamos de derechos humanos porque su respeto y promoción es la aspiración más elevada a la que nuestra sociedad puede llegar. Hablamos de derechos humanos con mucha más fuerza porque tenemos en nuestras espaldas los gritos callados y acribillados de quienes lucharon por lo que creían justo. Hablamos de derechos humanos porque nos duelen como propias las injusticias del ayer tanto como las del hoy.
En este sentido es que hemos tomado a nuestra historia como herramienta para entender y construirnos como pueblo. La memoria de aquell@s que se jugaron la vida por la educación, por la tierra, por el agua, por la libertad, entre tantos otros derechos humanos, fortalece nuestro reclamo de justicia.
Entendemos que la lucha por esa justicia no se lleva a cabo aisladamente, sino que representa la comunión de luchas que buscan un país y un mundo más justos. Por eso mismo es que sentimos como propias las reivindicaciones de sindicatos ante grandes corporaciones que esclavizan a sus trabajadores; acompañamos la constante búsqueda de nuestr@s docentes de condiciones dignas de trabajo y de reconocimiento de haberes y reclamamos junto a nuestr@s madres y padres la posibilidad de acceder a una salud para tod@s. Desde cada pequeño espacio es desde donde comenzar a honrar el derecho humano.
A comienzos de 2007, casi entre brindis y garrapiñadas, teníamos en nuestro haber tres meses de la desaparición de un testigo clave en un juicio al ex represor Etchecolatz. El pasado 18 de septiembre se conmemoró un año del secuestro de Jorge Julio López y aun estamos pidiendo su aparición con vida. Apenas iniciado el mes de abril, conocíamos la brutal represión policial que sufrían nuestr@s compañer@s de Neuquén, Santa Cruz, Tierra del Fuego, La Rioja y Salta; lo cual resultó en la triste pérdida de Carlos Fuentealba, profesor de escuela media y a partir de aquel momento, otro mártir de la lucha docente. En ese momento, el pueblo salió a repudiar enérgicamente las prácticas opresoras que violaban el derecho de protesta y de libre ejercicio de la educación (recordemos que muchas escuelas estuvieron controladas por gendarmería). Es revelador poder contar con estos dos sucesos (ocurridos tan sólo en un año) para rever el sentido que le estamos dando a la palabra democracia. Justamente, este tipo de injusticias –entre tantas otras– son las que desnudan la impunidad con la que se manejan nuestros actuales gobernantes, quienes casualmente se han proclamado defensores acérrimos de la memoria de los 30.000 compañer@s desaparecid@s durante la última dictadura.
Tal como un cuadro descolgado no hizo diferencia alguna en la ESMA, la recuperación de La Perla (ex centro clandestino de detención y tortura) no cambió en nada las comodidades de los genocidas encarcelados, quienes deberían estar en una cárcel común y ni hablar de quienes están todavía paseando por nuestras calles, gozando de todas las libertades. Ante esto, no hay pedido más fuerte y simple que Juicio y Castigo. Desde la Mesa de Trabajo por los Derechos Humanos, espacio compartido por organizaciones sociales, estudiantiles, obreras y de familiares de desaparecidos, estamos apostando a la reapertura de los casos “encajonados” por cámaras de casación menemistas, la cual permitirá seguir investigando y poner tras las rejas a las bestias de aquel infierno.
Siguiendo en la senda de la memoria, a fines del mes de mayo tuvimos la oportunidad de honrar la gesta popular, conocida como “el Cordobazo”, que tomó lugar en nuestra ciudad hace más de 38 años. Una serie de debates e intervenciones culturales organizadas por La Bisagra fueron nuestra humilde forma de recuperar semejante hito en la historia. Durante la semana de dicha conmemoración, tuvimos la oportunidad de colocar la imagen del “Gringo” Tosco en el frente de nuestra Facu, imagen que aun hoy ilumina nuestro CEL, recordándonos a cada instante la necesidad de liberación de nuestros pueblos.
Esa misma necesidad es la que hace 514 años sufren nuestros olvidad@s herman@s aborígenes. Gracias a la incansable tarea del Instituto de Culturas Aborígenes, las milenarias formas de ver el mundo se están difundiendo con cada vez más fuerza, como fue el caso de la semana del aborigen en el mes de abril. Bajo el lema “Memoria y justicia: de pie frente al etnocidio, genocidio y la discriminación” es que a lo largo de cuatro días se desarrollaron charlas y talleres que promovieron esta histórica resistencia y que desde el CEL consideramos fundamental difundir.
Pueblos torturados, sueños callados, luchas olvidadas. Así se dibuja este mapa tan difícil de explicar, tan difícil de hacer comprender. Decía Galeano: “las Naciones Unidas han proclamado extensas listas de derechos humanos, pero la inmensa mayoría de la humanidad no tiene más que el derecho de ver, oír y callar”. Es tiempo de hablar, movilizar y transformar.

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