16.9.09

Sin López, sin Fuentealba y con lápices aterrados

Históricamente, el imaginario social ha reservado al mes de septiembre, un sentido más bien biófilo: de vida, de vidas, de nacimientos, de amor, de deseo, de pasión… Pero también es cierto que esa identidad adjudicada se pone en crisis con más de un ahogo. Y así como este septiembre viene alternando sol ardiente con fresca noche, necesaria agüita de lluvia con ventarrón que reordena toda la tierra de nuestra Ciudad Universitaria, los recordatorios y efemérides nos generan contradictorias percepciones, más de una reflexión y no pocos sollozos.

Comenzando por el Día del Maestro en honor a nuestro Domingo F. Sarmiento, aquél que tanto “nos enseñó” a odiar a nuestr@s herman@s aborígenes afirmando "¿Lograremos exterminar a los indios? Por los salvajes de América siento una invencible repugnancia sin poderlo remediar.” y agregando “Se los debe exterminar sin ni siquiera perdonar al pequeño, que tiene ya el odio instintivo al hombre civilizado”. Sarmiento pretendía una Nación según el modelo norteamericano y no podía ocultar un etnocentrismo que –nos parece- en todo caso, mancha el sentido de ser formador/a, de ser maestr@. Para el día del Maestro, preferimos recordar a Carlos Fuentealba: el maestro que “quería llevar la escuela a los albañiles” como destaca Osvaldo Bayer. Vaya con dicha conmemoración, el reclamo incansable de cárcel para l@s responsables materiales y políticos del asesinato del compañero Fuentealba.

Por otra parte, pocos días antes del Día del Estudiante y el comienzo de la primavera, el próximo 16 de septiembre se cumplirá el 33º aniversario de la Noche de los Lápices, hecho en el que los mismos responsables de la desaparición de Jorge Julio López, secuestraron a 10 muchach@s de entre 14 y 17 años de una escuela platense, a fin de garantizarse que el terror también se apoderara de las aulas.

Si seguimos recorriendo imaginariamente el calendario, llegamos al 18, día que pesa como una mochila sobre nuestras conciencias. Hace tres años el aparato de las fuerzas militares aún activo, se llevó a nuestro compañero Julio López, con la complicidad de la Policía Bonaerense. Nada se sabe de él. Sólo que su ausencia representa la vigencia de la impunidad y el terror, y la necesidad de reclamar por justicia y verdad. No sólo no vamos a bajar los brazos hasta que López aparezca, sino que además multiplicaremos esos brazos y con nuestras voces “a grito pelado” y banderas, lo encontraremos, aunque la burocracia y l@s genocidas pretendan impedirlo.

Y pronto llegará nuestro día: el Día del Estudiante. “Que vivan los estudiantes” entonó Violeta Parra, conciente ella de nuestro rol transformador; de que, si no logramos “tomar el cielo por asalto”, al menos dedicaremos nuestro corazón y nuestro conocimiento por un mundo mejor. Porque es posible.