Del mismo modo en que un lingüista debe analizar el contexto de producción en el cual se enmarcan los discursos, necesitamos considerar, aquí, en qué proceso socio-histórico se inscribe este avasallamiento sobre nuestro Centro de Estudiantes y las implicancias que ello conlleva.
Hace ya casi un siglo, las ideas conservadoras que imponían el autoritarismo docente por sobre el claustro estudiantil eran derrumbados por la fuerza de jóvenes universitari@s que iniciaron un movimiento emancipador en la educación por todo el continente, el cual tuvo sus inicios en
El hecho de poder organizarse en un Centro de Estudiantes y gestionar una fotocopiadora como modo de financiar su funcionamiento no es casual ni ha sido siempre así, sino que fue producto de la lucha gremial estudiantil durante muchos años. En otras palabras, much@s compañer@s –que ni siquiera conocimos- destinaron su tiempo, mente, sangre y esfuerzo para lograr una fuente de recursos legal y legítima para los Centros de Estudiantes (espacios que pertenecen a tod@s l@s estudiantes). Tampoco es casual, ni mucho menos, que haya bancadas estudiantiles en los órganos de decisión de nuestras universidades (Consejos Consultivos, Directivos y Superiores) o l@s mism@s estudiantes tengamos voz y voto en mecanismos de selección y evaluación docente; por mencionar algunos logros que tuvo el movimiento estudiantil. Nada es como es por alguna divina razón o porque sí. El hecho de lograr autofinanciarnos como Centro de Estudiantes de Lenguas es un avance que la comunidad de nuestra Facultad hizo al propender al ejercicio democrático de organizarse como gremio.
Ir en contra de ese avance significa violar principios básicos como la autonomía de dicho gremio, en tanto y en cuanto pueda tomar decisiones y tener prácticas que defiendan los derechos estudiantiles independientemente de recibir fondos de la gestión de